domingo, 19 de mayo de 2013

Ruta a Pie de Los 10.000 del Soplao 2013.


Por fin llegó el día en el que había que evaluar todo el entrenamiento y todos los kilómetros que hemos andado en los últimos 8 meses. Íbamos a pasar un emocionante fin de semana en la prueba de Los 10.000 del Soplao, conocido también como "El infierno cántabro" en Cabezón de la Sal.

Las previsiones antes de ir eran lluvias durante todo el día y mucho frío y por este motivo principalmente aunque otros se tuvieron en cuenta no dejamos que participara Marcos, tenía mucha ilusión pero no era el momento. Los participantes finalmente en la IV Ruta a Pie que se celebra este año 2013 éramos de nuestro grupo el tío Jaime, el abuelo Paco, Belén y yo.


Marcos cuando tenga 18 años y se pueda inscribir. Quizá si hubiera tenido 12 años, buen tiempo, y con el entrenamiento y fuerza que tiene estoy seguro que al menos la mitad o quizá todo se hubiera podido hacer, pero con 8 años, lluvia, barro, y 2.000 personas mirando hubieran llamado a los Servicios Sociales para que me quitaran la custodia del niño.

Salimos el viernes a las 14:00h. comiendo en el coche de camino a Madrid y allí rápidamente cambiamos de coche y nos fuimos los que íbamos a dormir en el camping, Belén, el abuelo y yo. Una hora después que con el tráfico y un accidente en la carretera se retrasaron en otra hora más salieron el tío Jaime, la tía Milagros, la abuela y Paula y Marcos con dirección a Santander.


Antes de llegar ya me entraron los nervios al reconocer el pueblo del año anterior, las calles, buscar un sitio para aparcar para recoger los dorsales, cenar, tener que ir al camping, descansar para el día siguiente.

Les comenté que había una prueba, la ultramaratón de 124 kilómetros corriendo por el monte, que empezaba a las 23:00 y que se podía ver la salida el problema era la cena y recoger la llave de la cabaña del camping.


A mi padre le hacía ilusión visto el ambiente festivo que había en Cabezón y nos quedamos a cenar y tomar una cerveza mientras llegaba la hora y le pedí a los compañeros de Alcázar, David y Manolo, que pidieran la llave de nuestra cabaña y la dejaran dentro con la puerta abierta para que cuando llegáramos ya de noche estando cerrado todo pudiéramos entrar.

La salida fue espectacular, un montón de gente rodeando la salida, el animador hablando y contando detalles de la prueba, de noche y todo oscuro, y salió la danza típica haciendo un baile que grabé en vídeo. Salen un grupo de chicos y chicas vestido de primitivos haciendo una danza con palos y la música de un tambor y una caracola, luego se van, tiran la traca de cohetes y empieza a sonar la música de AC/DC Thunderstruck a todo volumen.


Previamente había hablado el Presidente de Cantabria, que dijo cuatro palabras mal dichas, y la alcaldesa de Cabezón que si que dio un discurso en dos minutos que dijo de todo.

Salieron corriendo subiendo por el escenario y sin más nos fuimos al camping a descansar para nuestra prueba a la mañana siguiente.

Al llegar al camping David había hecho perfectamente su trabajo, resulta que al acercarnos a la barrera del camping una pantalla indicaba: "Bienvenido Sr. Belinchón" se levantó la barrera y pasamos hasta nuestra caseta que es la que nos dijo David.


Sacamos todos los trastos, puse otra vez a cargar todo, gps, cámara y móvil, pensé en no llevar linterna ya que debería llegar de día y preparé la que posiblemente sería la ropa a no ser que cambiara a última hora.

Como parecía que no iba a llover tal y como si anunciaban antes de llegar la ropa sería de verano. No es que lo tuviéramos claro del todo, pero la apuesta era por ir de corto hasta ver como amanecía.


Por la mañana mientras nos terminábamos de vestir vinieron David y Manolo para recoger un traje de agua de usar y tirar que les iba a dejar. Ellos se iban antes que nosotros porque su prueba salía antes, además son muchos más participantes y querían salir un poco antes de lo que salimos el año pasado cerca de los últimos.

Antes de salir hice inspección de mochilas, la de mi Belén estaba cargada con un montón de cosas que no íbamos a utilizar, mucha ropa de cambio, un forro polar de reserva, unos pantalones de reserva, un montón de comida, bolsas de almendras, orejones, bollos, dos botellas de agua, dos pares de calcetines, y la del abuelo similar pero con un montón de plátanos y muchísimo líquido.


Viendo la buena experiencia de las dos últimas rutas en las que he ido con el peso mínimo e imprescindible para terminar sin tener en cuenta los por si acaso, les dije que teníamos que eliminar cosas y dejar los por si acaso para cuando vamos con los niños, pero que entre nosotros cualquier contingencia la deberíamos solucionar sobre la marcha o buscar alternativas si es que las había, y en caso contrario sufrir con las consecuencias pero nada de transportar en la espalda kilos y kilos de cosas que no era seguro que fuéramos a utilizar.

Al final redujimos tanto que Belén se quedó sin mochila, el abuelo con una botella de agua, y dos barritas, y yo una botella de acuarios, unos manguitos para mi otros para Belén por si bajaban mucho la temperatura y un par de calcetines por si nos mojábamos mucho los pies y queríamos cambiarlos aunque por la experiencia del año pasado llevar ropa seca en caso de lluvia era inútil ya que si llovía la ropa seca iba a durar el tiempo que tardas en cambiarte.


Con lo que no contaba es con el cortavientos rojo que me echó Belén que me vino realmente bien y ya no iba de manga corta como era mi intención.

Así de ropa llevaba las chanclas, zapatos de montaña de verano con agujeros, calcetines cortos, medias compresoras y perneras que a media ruta me quité por calor e ir incómodo, con unos pantalones cortos, y arriba una camiseta térmica de manga larga la camiseta corta y el cortavientos, el sombrero, la mochila y el palo de madera. La ropa justa y necesaria, ni sobraba ni faltaba nada, si sobró fue lo poco que llevaba en la mochila que no utilicé salvo un par de guantes que se acordó Belén de meter y que también utilicé al final de la ruta cuando hacía más frío.


Cuando llegamos a Cabezón de la Sal ya eran las 7:45h. y todavía teníamos que aparcar, llegar a la línea de salida y empezar, muy justo pero nuestra prueba empezaba un poco más tarde. Lo que me sorprendió es que todavía había ciclistas llegando con las bicis en los coches, tenían que bajarlas, algunos poner la rueda delantera, alguno inflando y arreglando pinchazos antes de empezar, llegar a la línea de salida... esos no iban a salir de los primeros seguro.

Aparcamos el coche y de camino a la línea de salida me preguntó mi padre por el dorsal de Jaime y al mirar en mis manos no estaba, se me había perdido, me tocó correr en dirección contraria hasta que lo encontré en el suelo. Menos mal que no hacía viento y no lo perdí, en caso de perderlo le hubiera hecho una faena grande a Jaime.


En la plaza de la salida había un ambiente enorme de gente, nos comimos un plátano para quitar peso desde el principio y sin colocarnos en nuestro puesto vimos la salida de las bicicletas, espectacular, con su traca su música a tope, el speaker animando a ciclistas y público y yo intentado ver a David y resto de gente de Alcázar. No vi a ninguno pero nos quedamos allí gritando y animando.

Luego vimos la salida de los de maratón y combinada, y finalmente vimos la salida de los de Ruta a Pie, y cuando ya empezaron a salir nos fuimos al final de los 2.000 "andarines" para empezar nuestra prueba. A todo esto intentamos quedar con Jaime pero él que venía de su casa en Santander no conocía el pueblo y estaba en la otra punta, donde los de BTT y hasta que no se despejó todo no podía acercarse por lo que le dijimos que nosotros pasábamos su dorsal por el arco de salida y nos veíamos durante la ruta para dárselo.


Antes de salir de Cabezón por la primera calle ya nos adelantó Jaime y le pudimos dar su dorsal para ir ya los 4 juntos. Realmente era la primera vez que salíamos los 4, hemos entrenado Jaime corriendo medias maratones, Belén y yo andando con los niños, y mi padre uniéndose a algunas de nuestras rutas. Cuando ha estado el abuelo no ha estado Jaime, cuando a estado Jaime no ha estado Belén, en definitiva nuestra primera ruta juntos era la prueba.

Nosotros empezamos por la parte de atrás, iríamos en la parte media de los últimos 1.000 participantes, y la fila de gente ya iba bastante estirada. No llegamos a pararnos como si les sucede a los de bicicleta pero casi.


Al poco de salir estaba una primera subida dura por Canto las Cruces, al principio con el característico hormigón rallado en donde mucha gente ya se empezaba a quedar atrás o tenía que hacer descansos en las curvas, estas personas ya me sorprendía que fueran capaces de terminar la prueba. Antes de iniciar nosotros la subida ya se veía en lo más alto del todo gente, deberían de ser los de maratón que hacen el mismo recorrido pero corriendo y algunos de los que se autoengañan y se apuntan a la prueba de andar para luego hacerla corriendo. Hay mucha polémica a este respecto en la página oficial de la prueba sobre los precios de las dos categorías y la gente que hace trampas, yo opino que en el deporte y sobre todo a nivel aficionado el principal engaño es uno mismo. Puestos a engañar había varios atajos para no hacer el recorrido completo, se podría incluso hacer el recorrido andando en 5 minutos dando la vuelta en la primera calle y volviendo a pasar por el arco de meta nada más salir pero eso se queda para los mentirosos del deporte.


Si alguien quiere convencer que es capaz de hacer este recorrido en 7 horas andando y parando en los avituallamientos subiendo por paredes casi verticales, bajando por zonas en donde la gente resbalaba con el barro y plantas, que en un sitio habían puesto una cuerda atada a un árbol para que la gente nos sujetáramos y no nos cayéramos por una pequeña pared, que es capaz de andar a una velocidad de más 8 km/hora de media durante 7 horas y parando una por lo menos a descansar entre los 3 avituallamientos significa que en tramos a "andado" a más de 12 km/hora, a alguien que no entienda le da exactamente igual y a alguien que entienda sabe que le están engañando así que cada uno con sus historias. Nosotros andamos algunas veces despacio, otras más deprisa, otras paramos y el último tramo cuesta abajo que nos encontrábamos muy bien lo hicimos trotrando y así nos salieron las 12 horas y 3 minutos, cambiamos la pila al GPS, nos cambiamos de ropa, paramos antes de cruzar el arco de finalizar a dar un beso a la familia y nos lo pasamos muy bien sin engañar no solo a nadie que nos da igual sino tampoco a nosotros mismos.


Pero siguiendo con nuestro recorrido desde la dura subida por su verticalidad hasta Canto las Cruces paramos a beber un poco de agua y mi padre ya se arrepintió de hacerme caso y llevar tan poco suministro propio pero siguimos ya por la cuerda de esta sierra aunque siguiendo ascendiendo hasta Canto Redondo, había terminado la pista y ya íbamos por un sendero lleno de barro y alguna piedra grande resbaladiza, lo peor es que al ir tan juntos algunos hombres pero mayoritariamente mujeres más mayores hacían ubos tapones de mucho tiempo, para subir una piedra se tenían que ayudar entre tres o cuatro amigas y era desesperante pero fue uno de los problemas por empezar desde tan atrás y querer ver la salida de todas las pruebas incluida la nuestra.


Desde arriba como no podía ser de otra forma había unas vistas espectaculares se veía a la derecha todo el valle con Cabezón de la Sal como localidad más grande y al fondo el mar Cantábrico espectacular, al frente las cumbres más altas y llenas de nieve de Los Picos de Europa, a nuestra izquierda el valle donde se sitúa Ruente a donde íbamos a bajar y comenzaban el resto de montañas y parques naturales de la zona.

Y mirando hacía abajo una visión anárquica de más de 1.000 personas bajando por donde podían, sin camino ni senderos, por lo que denominamos aunque no lo sea exactamente un cortafuegos con una pendiente exagerada llena de barro y plantas que resbalaba y pinchaba en las piernas por partes iguales, y que puso a prueba nuestras rodillas y en mi caso también los brazos por ayudar a Belén a bajar.


Hasta aquí los 4 habíamos ido separados, nos distanciábamos y nos esperábamos por trámos sin perder la visual de donde estábamos pero durante la subida el abuelo se quiso hacer el fuerte y bajo a toda velocidad saltando y demostrando su buen manejo del palo, esquivando a mucha gente y pasando casi por encima de otros. Belén me pidió ayuda y por delante de ella la iba sujetando e indicando por donde bajar, donde pisar y que camino seguir para no caernos. Ella iba prácticamente agarrada a un pasamanos que era mi brazo y con el palo en la otra mano bajó con cuidado pero sin problemas de caídas. Eran muchos los que se caían y daban culetazos en el suelo. Y Jaime que empezó un poco atrás llegó abajo un poco antes que nosotros pero también casi juntos.

En el último tramo había una caída de unos 4 metros que habían puesto unas cuerdas para agarrarse y la Guardia Civil ayudaba a la gente a saltar un charco y cruzar el camino sin caerse.


Pero seguimos bajando los tres juntos sin saber donde estaba el abuelo que antes de empezar nos decía que no le dejáramos solo por si se perdía en el monte, hasta llegar a Ruente. Habíamos recorrido solo 10 kilómetros pero ya había sido un rutón, una buena ruta digna de volver a Cabezón y estar orgulloso del buen paseo dado.

Aquí seguimos andando hasta que nos encontramos al abuelo sentado en un banco, decía que llevaba media hora esperándonos, realmente fueron 10 minutos, y estaba orgulloso de que según nos contó alguien de la organización le felicitó por lo bien que había bajado el cortafuegos saltando y rápido apoyándose en su palo de madera de peregrino del Camino de Santiago comprado en Burgos y que siendo más fuerte que el típico bastón de andar es para mi gusto más apropiado para estas rutas duras con barro y pendientes tan exageradas.


Me dijo mi padre que podríamos comprar algo de comida y bebida ya que no llevábamos mucho, pero recordaba del año pasado con la bici que desde Ruente hasta el primer avituallamiento, la campa de Ucieda había una corta pista asfaltada que llevaba a una arboleda y que si andando no iban a ser 5 minutos como en bici tampoco estaba tan lejos, y sin parar ganábamos algo de tiempo y todavía no estábamos cansados. Eso lo decía por mi.

La realidad fue que desde aquí que era el kilómetro 10 de la ruta hasta la campa que estaba en el kilómetros 20 nos quedaban otras 3 horas con más subidas y bajadas y esto si que mermó y mucho las fuerzas de mi padre y fastidió el talón de Belén que si tenía pocas garantías de terminar una prueba como esta, sin descansar y comiendo poco, pero sobre todo sin descansar no iba a ser capaz de terminar.


Tuvimos una subida grande hasta el collado de las Barcenillas, haciendo unas zetas pasando por prados con vacas y caballos, aquí arriba tuvimos que hacer otro descanso y mi padre ya tenía claro que no iba a terminar, Belén también lo tenía claro y empezaron a hacer piña entre ellos planificando su retirada. Belén empezó a cojear y a sentir bastante dolor en el talón. Tenían la preocupación de no saber como retirarse y que hacer para volver a Cabezón de la Sal, si era andando o habría algún medio de la organización. Pero por ahora en mitad del monte solo quedaba seguir.

Me empezaron a decir que nos habíamos saltado un avituallamiento, que seguro que no les había dicho nada pero lo habíamos esquivado, y yo les decía que era la primera vez que hacía la prueba pero que si no recordaba mal el primero era el de Ucieda, segundo o tercero para los de BTT, y que no estaría muy lejos, por la distancia que ya llevábamos, posiblemente estaría detrás de una colina que se veía al fondo, luego detrás de la siguiente colina, luego de la otra, luego de un bosque, luego detrás de unos árboles, luego detrás de los siguientes árboles, luego después de una bajada y así hasta que acerté y 10 kilómetros después, en el kilómetro 20 de la ruta llegamos a la Campa de Ucieda, el primer avituallamiento.


El tramo este había sido muy bonito, primero una pista ancha para subir hasta la Barcenillas y luego un tramo de sendero estrecho, lleno de barro pero cómodo para andar, con muchas sombras y árboles con musgo,... muy bonito.

En la campa coincidimos con muchos ciclistas, era la hora punta en este avituallamiento, no daban de sí los de la organización a preparar bocadillos y atendernos a todos. Un jaleo de gente pero bien organizado, camiones llenos de bebida y comida que descargaban en palets de comida. Llegamos con hambre y sin vergüenza por ello. Para empezar me comí un plátano, dos bollos de chocolate, un bote de acuarios y luego ya me fui a por los bocadillos, solo había de jamón serrano, algo blando pero no le puse muchas pegas, uno, otro, y otro, al cuarto pedí uno de calamares y la chica riéndose me dio otro de jamón que era lo único que había, luego más bollos, coca-cola y el resto para cargar la mochila, no nos iba a pasar otra vez el pasar hambre durante la ruta.


Después de comer muy bien y cargar bien la mochila para el camino nos despedimos, el abuelo y Belén se quedaron pensando en como terminar, no sabían si tendrían que caminar hasta Cabezón de la Sal, hasta Ruente y allí coger un taxi, hacer autostop, lo que si vimos es a mucha gente que hacía como ellos, tanto andando como en bicicleta, muchos se retiraban en este punto. El año pasado también fueron muchísimos los que llegarón aquí empapados y chorreando y se daban la vuelta, pero este año con infinitas mejores condiciones también muchos se dieron la vuelta.

Al empezar tenía claro que Jaime y yo debíamos acelerar el paso. Habíamos ido rápido pero no todo lo que podíamos los dos, sin mi padre y sin Belén seguro que podíamos ganar tiempo.


Empezamos con una subida fuerte, otra cuesta de esas casi verticales y desde aquí empezaba una ruta por el parque natural Saja-Besaya, según Jaime que al ser de Santander conoce algo la zona es una ruta corta de senderismo conocida por la ruta de los puentes. Cruza un bosque espectacularmente bello que le cruzan muchos arroyos hasta el centro del bosque y valle. Para cruzar estos arroyos hay muchos puentes de madera, algunos en mejores condiciones que otros y forman esta bonita ruta.

Coincidimos con una chica con la que estuvimos hablando y nos contó lo que nos faltaba para terminar, era su tercer año y nos contaba lo mal que lo pasaron el año anterior. Todo el barro que había este año no era nada comparado con el 2012.


En un momento del tramo de la ruta de los puentes comentamos que con la cantidad de barro que había y todo lo que resbalaba el suelo no entendíamos solo que alguien fuera capaz de hacer una ruta de 124 kilómetros como los de la ultramaratón, es que no entendíamos como se podía correr en este tipo de suelo sin resbalar y caer al suelo.

Y los de la maratón igual, andar rápido era complicado pero correr... eso era incluso peligroso por caída y resbalones.


En alguna foto se puede apreciar el barro que hay en el suelo.

Pues en ese momento que comentábamos vimos un grupo de unos 6 corredores que nos adelantaron corriendo, por el dorsal de otro color eran los de la ultramaratón, no eran de los primeros que terminaron pero que valor para llevar en ese momento unos 100 kilómetros y adelantarnos corriendo a un buen ritmo en las condiciones en las que estaba el suelo.

Todo este tramo fueron exactamente 12 kilómetros. Llegamos al segundo avituallamiento con 32 kilómetros de ruta. Desde el 20 del primer avituallamiento hasta el 32 de este segundo. Habíamos ido bastante más rápido, tan rápido que un kilómetro antes de llegar Jaime me pidió hacer un descanso y sin saber cuanto nos faltaba nos costó hacer dos descansos seguidos.


Habíamos parado unos minutos antes de llegar al segundo avituallamientos, al salir de una zona de bosque había un claro y en ese claro tres grupos de unas 15 personas en total descansando sobre un césped así que paramos, al reanudar llegamos en 3 minutos al segundo avituallamiento en el que no comimos nada. Lo que si hice fue aprovechar para cambiar la batería al GPS, creo que hubiera aguantado toda la ruta pero no quería arriesgar a perder parte del track. En el poquito tiempo que paramos nos adelantaron todos los que habíamos pasado durante el tramo de los puentes que fueron muchos, habíamos ganado muchas posiciones.

Desde aquí empezaba otra fuerte subida que si recordábamos bien lo que nos habían explicado debía ser la subida al Toral, el pico más alto al que íbamos a ascender. La temperatura empezaba a descender y empezaba a hacer algo de frío pero según nos poníamos en marcha íbamos adelantando a mucha gente.

Aquí ya la dispersión de la gente era muy grande, ya no había grupos ni había que parar en los pasos estrechos, mirando hacía un horizonte grande de dos o tres kilómetros no se veían a más de 20 personas, los que iban despacio iban muy despacio y los que iban deprisa ya estaban llegando o habían llegado.


Cuando culminamos lo que pensábamos que era el Alto del Toral vimos que había un trozo llano por la cima de unos kilómetros y luego al fondo una pared para ascender a otra cumbre, ese era el Alto del Toral.

Seguimos adelantando a gente y más gente, y mientras subíamos empezó a llover un poco, solo era un poco de chispeo pero ya era algo de agua. Arriba mientras esperaba a Jaime vi que estábamos en el pico más alto no solo de la ruta si no también de todas las montañas de alrededor.

Cada vez que parábamos nos adelantaban todos a los que habíamos adelantado nosotros andando. Calculo que desde el segundo avituallamiento hasta que llegamos a meta adelantamos a las mismas personas 6 veces y al final terminamos por detrás de ellas, las pasamos subiendo y nos adelantaron mientras Jaime se puso el poncho para la lluvia, los volvimos a adelantar andando y nos adelantaron cuando paramos a ponernos los guantes, les adelantamos andando y nos adelantaron cuando cambié la batería a la gopro, les adelantamos andando y nos adelantando en un tercer avituallamiento por el que todavía pasamos, así sucesivamente por distintos motivos.


Por lo menos los últimos 7 kilómetros, porqué aunque digan que es una maratón es más, a mi el gps me marcó 47 kilómetros y por lo menos me falta medio del principio, pues el último tramo es todo cuesta abajo. Es una de las ventajas de empezar subiendo, menos unos metros de una pequeña pista por la que se sube, pero todo cuesta abajo, por un camino embarrado, con algo de frío, algo de lluvia pero cuesta abajo y además íbamos muy bien físicamente.

Hasta ahora las 4 rutas que he hecho y han pasado de los 30 kilómetros he terminado muy fastidiado, pero las dos que han pasado de los 40 he terminado arrastrando las piernas, andando más lento que si llevara muletas, literalmente lixiado, pero hoy era distinto, podía correr. Ibamos los dos cuesta abajo corriendo, o por lo menos trotando mientras bajábamos y resbalábamos por el barro. Era una sensación genial, quedaba poco, lo poco era cuesta abajo, iba corriendo, y sabía que iba a terminar seguro.

Por aquí incluso adelantamos a dos chavales de la ultramaratón, los pobres iban andando ya que llevarían sobre 110 kilómetros y ya no estaban para correr mucho, había empezado a las 23:00h. del día anterior y serían cerca de las 19:00h. y nosotros íbamos corriendo, les saludé y anime.


En una de las bajadas vimos a un lado una caseta con poca gente alrededor y Jaime que también iba bien dijo que podríamos seguir sin parar, no teníamos hambre y así llegábamos antes, ahora la preocupación ya no era terminar, eso era seguro, lo importante era llegar cuanto antes y terminar la locura que estábamos a punto de concluir. Pero había leído yo sobre una leyenda de que los vecinos de un pueblo daba bocadillos de salchichas a los participantes y ya no quedaba mucho para llegar a Cabezón... tenía que parar además para poner un waypoint en la ruta y conocer mejor la prueba.

Antes de llegar, a unos metros, ya salió un hombre corriendo hacía nosotros con un bocadillo en la mano, era una tapa de pan con dos trozos de salchichas calientes que estaban cocinando en ese momento con una bombona de butano, genial, pero además tenía caldo caliente.

Nos vino genial, me comí solo tres trozos y un caldo pero por vergüenza de pedir más porque me habría comido un bocata de media barra de pan de salchichas calientes recién hechas.


Al llegar a Cabezón llamamos por teléfono y nos enteramos que el abuelo y Belén habían llegado bien, habían ido al camping, se habían duchado y se habían ido a Santander a por los niños, luego se vinieron otra vez a Cabezón y nos iban a estar esperando en la línea de llegado para saludarnos.

Me pareció genial, Marcos que no le habíamos dejado participar cuando estoy seguro que al menos hasta el primer avituallamiento hubiera llegado perfectamente podría ver el ambiente, verme llegar y además dormirían los dos niños en el camping que también les gusta.

A unos cientos de metros de llegar volví a parar para cambiar la batería a la gopro y llegamos a la última recta. Allí a un lado vi a Belén, al abuelo, a Paula y a Marcos gritando y animando, y haciendo fotos con el móvil.


Fue todo muy emocionante, el año pasado recuerdo que sin saberlo escuché mi nombre a la llegada, este año no decían el nombre de muchos, solo de algunos. Nos reunimos en la carpa y allí comimos los macarrones y bebidas que dan a los participantes.

Cenamos y Marcos nos hizo de camarero, iba y venía con bebidas, comida, le pedíamos más pan, el postre. Aunque con lo que llevaba en la mochila del último avituallamiento también teníamos para desayunar y comer al día siguiente.

Me enteré por el móvil que David había llegado uno o dos minutos por detrás mío pero con la bicicleta y aunque le llamé no había cobertura y no pudimos hablar, me hubiera gustado pasar juntos por meta, el con la bici y yo andando, pero no nos vimos hasta el día siguiente por la mañana.

Nos fuimos nosotros 4 para el camping y el abuelo con Jaime a Santander con el resto de la familia, al día siguiente no queríamos ir a Santander nosotros así que nos encontraríamos por el camino para regresar juntos.


Por la mañana por fin vimos a los compañeros de Alcázar que estaban en el camping y que habían terminado en bici, Manuel su primer año y David que este año si pudo terminar, los niños estaban muy contentos, con las camisetas, escuchando las historias y nosotros compartiendo nuestras experiencias.

Todos estábamos un poco eufóricos por lo conseguido y el buen fin de semana que habíamos pasado, Belén a pesar de no terminar el recorrido completo había disfrutado muchísimo, y el espolón no importaba, no fue lo mismo para ella vivir El Soplao como el año pasado en la distancia, que de visita o como este año participando y desde dentro del ambiente.

Para irnos habíamos quedado en juntarnos en Torrelavega y bajar juntos hasta Madrid, pero a última hora y ya saliendo del camping miramos para atrás en un cruce que marcaba Comillas a 5 kilómetros. Pensamos que no sabíamos cuando o incluso si alguna vez volveríamos por aquí y que era una oportunidad para dar una vuelta por algún pueblo conocido.


Llamamos al resto de la familia para decir que nos quedábamos y dimos una vuelta por Comillas, visitamos la playa, circulamos por las calles y sin parar pensamos en conocer San Vicente de la Barquera, otro bonito pueblo con un puente que cruza la ría, un castillo que visitamos, y un sitio pegado a la playa donde comimos antes de volver a Madrid para volver a cambiar de coche y continuar hasta Alcázar. Aun todo este viaje llegamos a casa a buena hora, y más contentos aún por el genial fin de semana.

Los datos de la ruta a pie de este año 2013 los han quitado al ser una prueba no competitiva y fastidiar a los tramposos que corren y no andan, por lo que las clasificaciones están por orden alfabético de apellidos, pero durante un día que me dio tiempo a mirar saqué los siguientes datos:
Participantes: 2.000
Finalizados: 1.577
Retirados: 423
Posición mía: 1194 - 307 de mi categoría.
Tiempo: 12:03:47
Distancia: 48 kilómetros.
Desnivel positivo: 2.018 metros.

Y hasta aquí llega el blog....

... luego, otro blog, otro deporte, nada, más fiesta, más deporte pero sin escribir, tiempo para decidir...