domingo, 11 de noviembre de 2012

Trekking con niños en Aldeaquemada. La Cimbarra.


Este fin de semana también anunciaban lluvias en prácticamente todos los sitios igual que el fin de semana pasado.

El anterior salvamos la semana saliendo el jueves festivo y el viernes por la tarde por Alcázar pero este fin de semana teníamos que buscarnos la vida de alguna otra forma para no pasar el fin de semana parados en casa o como fuera pero sin movimiento en las piernas.

En todos los sitios a donde quiero ir a hacer alguna ruta daban lluvias, menos en Aldeaquemada que anunciaban nubes, nublado, quizá algo de agua pero poca. Dentro de lo malo era lo mejor. Había que desplazarse algo lejos pero el sitio merecía el sacrificio, además es uno de los sitios que más quería enseñar a la familia después de conocerlo con la bicicleta.

Para iniciar la ruta hay que desplazarse a Aldeaquemada. La ruta empieza desde la plaza y exactamente desde la única panadería del pueblo. Los domingos no "asan" yo diría "cocer" pan como nos dijeron en la panadería pero aún siendo del día anterior está bien.

Al llegar el cielo estaba un poco gris pero las ganas de hacer la ruta eran grandes. Al igual que en la otra ocasión en vez de empezar la ruta desde Aldeaquemada dirección a La Cimbarra quisimos dejar lo mejor de la ruta para el final y empezamos siguiendo el track al revés de como lo había marcado el anterior que había hecho 13 kilómetros por la zona.

Según empezamos y pasamos por el primer campo, un olivar, las botas se nos empezaron a hundir en barro, y eso que pisábamos sobre grandes piedras de pedernal o de río. Pero aún eso se hundían las piedras y nos hundíamos nosotros.

Los niños se empezaron a emocionar y a pensar que iba a ser nuestra mejor ruta hasta ahora. Saltando charcos pisando barro, cruzando ríos y todas las sorpresas no habían empezado.


Después de cruzar un olivar encharcado llegamos a un camino que teníamos que cruzar para empezar a ascender y adentrarnos en la sierra pero estaba cortado por otro arroyo que en tiempo seco no lleva agua y hoy eran unos 20 metros de ancho y casi medio de profundo, y además con fuerza.... entre retirarnos de la aventura volviendo a casa y dar un rodeo grande para intentar empezar la ruta nos decidimos por la segunda.

Para dar el rodeo tuvimos que pasar por dos vallas que cortaban el camino, abriendo y cerrando las puertas, cruzar un río, recoger dos paraguas que nos encontramos en un contenedor de basura, volver a tirarlos en otro contenedor por estorbar, cruzar otros dos pequeños arroyos y un par de saltos y encontrarnos a un amigo (un perro) que nos siguió durante los 17 kilómetros que hicimos de ruta.


En el primer río que tuvimos que cruzar el perro se quedó atrás. Los niños le llamaban por el nombre que pongo a todos los perros con los que me cruzo Tobi, al final del día le habíamos puesto, Toba, Tadeo, Pipo y Perro. Cuando ya habíamos cruzado y con mucha pena por parte de Marcos el perro se animó a cruzar y seguirnos. Desde este momento no se volvió a separar en todo el día.

Le intentamos dar comida pero no quería ni patatas, ni frutos secos, y el agua prefería cogerla de los arroyos y charcos. Debía de ser un perro acostumbrado a estar solo y conocedor de la zona, aunque llevaba una cadena en el cuello estaba en los huesos, y estaba acostumbrado a andar solo por el campo cruzándose de lado a lada del camino, pasando por debajo de las alambradas y olisqueando rastros.

Empezamos a andar y andar para arriba sobre un camino de piedra por el que bajaban a ambos lados agua, hasta un alto con un edificio pequeño que no supe la utilidad, creo que puede ser un puesto de vigilancia para incendios, y según ascendíamos veíamos a nuestra izquierda La Cimbarra. Incluso a gente en el mirador de la cascada.

En este punto, el más alto de la ruta, llevábamos 7 kilómetros y medio, por culpa de la vuelta que dimos para cruzar el camino cortado por el río, y para hacer los siguientes tres kilómetros tardamos casi cuatro horas. Aquí radica la calificación de "Muy Difícil" a esta ruta.

Empezamos a descender por una pared casi vertical de piedras, campo a través, entre maleza, piedras sueltas, ramas mojadas, suelo muy húmedo... despacito, mientras Tobi nos iba adelantado para guiar al primero y retrasando para animar al último.

Además de la emoción de los niños que decían que con un perro así no se necesitaba GPS la verdad es que era divertido, teníamos que llevar un perro en cada ruta y salida andando, el problema es el resto de los días y cuando no estamos en el campo.

Cuando conseguimos llegar abajo del todo, muy despacio, andando de lado, alguna veces bajando de espaldas y a cuatro patas para no resbalar para abajo nos encontramos con otro río. Otra corriente de agua que no figuraba en los mapas. Vi con ayuda del GPS por donde iba la ruta y por donde cruzar el río, pero al otro lado de este río se veía una pared de piedras difícil de escalar con los niños y todo para una vez en el otro lado tener que volver a este lado más adelante.... demasiada agua estaba teniendo la ruta.

Para intentar acortar la ruta y quitar dificultad pensamos en ir por la parte de abajo bordeando el nuevo río hasta La Cimbarra y ver la cascada que es lo que más nos importaba de la ruta.

El perro nos iba acompañando todo el rato, y los niños emocionados llamándole. Cuando se separaba le buscaban y cuando le veían aparecer entre los matorrales le saludaban. El perro se estaba haciendo imprescindible en la ruta.

A mi me estaba gustando y mucho pero no quería manifestar ningún aprecio sabiendo el final que iba a tener.

Cuanta más alegría veía en los niños más les recordaba que el perro no iba regresar con nosotros a Alcázar. Les explicaba que tenía un dueño, que era un perro de campo, acostumbrado a estar suelto andando y cazando por las montañas y que no le podíamos tener encerrado en un piso. Además de que su dueño se pondría muy triste si nos llevábamos el perro a nuestra casa.

Estaba seguro que lo comprendían, me decían que claro, que luego lo dejábamos y ya está. Pero en Marcos notaba una mirada de "me estás engañando" y "seguro que luego te hago cambiar de opinión y nos llevamos a Tobi a casa".

Cuando llegamos a la altura de La Cimbarra por la parte de atrás me quedé impresionado, se veía una cascada que no estaba la anterior vez, y al fondo una en el mismo sitio que a principios de mayo pero 10 veces más grande, la fuerza del agua arrancaba en muchos sitios el suelo dejando las raíces de los árboles al descubierto y algunos estaba tumbados. Era más que imposible cruzar por ahí. Nos íbamos a quedar sin ver La Cimbarra desde el mirador típico y por su puesto mucho menos cruzar por debajo o pasar por detrás de la cascada como si se puede hacer en primavera o verano.

A partir de este punto la situación la empecé a ver complicada, eran las 15:00 horas, aún sin comer, a solo 7 kilómetros del coche, pero encerrados por abajo por el río, por arriba y la derecha por una pared vertical de piedra de unos 20 metros a la izquierda para volver por donde habíamos venido pero si habíamos tardado más de una hora en bajar, en subir se nos iban a ir otras dos horas como mínimo.

Se lo comenté a Belén, que nos teníamos que dejar de perder tiempo y empezar a avanzar deprisa para llegar al coche antes de que anocheciera.

Comimos tranquilos porque el perro, Tobi, justo cuando íbamos a preparar la comida se fue, hicimos los bocadillos y al final, cuando ya estábamos terminando, apareció, no quiso ni patatas ni frutos secos, pero si un poco de pan mojado en el aceite de las sardinas y los mejillones.

Empezamos a avanzar hacía atrás pero hacía arriba al mismo tiempo, además de para intentar llegar al camino de arriba por donde habíamos empezado es que era el único sitio lógico, y además por donde iba el perro.

Justo cuando peor lo veía apareció el camino. Marcos decía que había sido gracias a Tobi que nos había guiado, que ya no quería nunca más el GPS y si a Tobi, Paula decía que era porque ella había rezado a Dios y que nos había enseñado el camino. Lo de Marcos todavía tiene lógica en un niño de su edad pero lo de Paula me dejó pensando en la necesidad de la mente humana en buscar una explicación sobrenatural siempre que se desconoce  algo pero además por una especie de instinto no enseñado.

Seguimos avanzando, subiendo entre maleza, por unas pendientes bastante considerables, alejándonos de La Cimbarra entre la maleza del monte con el perro por delante pasando por los peores sitios y nosotros buscando los pasos más anchos.

Viendo como se estaba poniendo el asunto empecé a trabajarme a Marcos con el perro. Lo de Paula ya lo he dado por perdido.

Le seguí explicando que el perro estaba muy contento corriendo por aquí. Y que seguro que su dueño lo quería mucho, incluso quizá el dueño tuviera un hijo como él y este era su perro favorito.

Le recordaba y varias veces que el perro no iba a subir al coche, que a Alcázar no nos lo íbamos a llevar, y que se fuera despidiendo. Cuando por fin llegamos a Aldeaquemada después de otra vez dar el rodeo para cruzar el camino cortado por el río intenté que se quedará por las calles pero nos seguía y Marcos empezaba a llamarle para que se viniera hasta el coche. Yo empecé a dejar de llamarle Tobi y empecé a llamarle Perro, más genérico y menos cariñoso para alejar los sentimientos pero el asunto se estaba poniendo difícil con Marcos.

Llegando al coche propuse un trato a los niños. Tobi seguro que tiene un dueño que le quiere, pero este perro como sabéis es muy listo, es cazador y tiene muy buen olfato, si él no quiere quedarse aquí y venirse con nosotros tiene que hacerlo andando y seguirnos, con su velocidad y distancia tardará de dos a tres días, si en este tiempo aparece en nuestra casa por su cuenta nos lo quedamos para siempre, pero en el coche no sube por si él voluntariamente decide quedarse aquí o tiene otros dueños.

Yo juego con la seguridad de que no va a hacer 150 kilómetros para seguirnos, ellos juegan con la esperanza de saber que lo iba a dejar y ahora hay una pequeña esperanza. Si tuviéramos una casa en el campo o algo similar seguro que nos habríamos traído el perro, me encantó.

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