viernes, 22 de junio de 2012

Vuelta a Manzanares desde Alcázar de San Juan.

Hoy tocaba la ruta larga de la semana y este viernes me he vuelto a ir solo a Manzanares (Ciudad Real) desde Alcázar como el viernes de la semana pasada pero por otro recorrido.

Así completo los dos dibujos que realicé hace más de un mes para recorrer cuando tuviera tiempo.

En previsión de lo que me pasó el viernes anterior que pasé sed, hambre y cansancio nocturno me quise preparar para empezar un poco antes y salir a las 16:00 aunque suponga más calor pero asegurarme no llegar tan tarde para recorrer los casi 120 kilómetros de la ruta.

Metí dos papillas de plátano en el congelador para que cuando me las quisiera tomar no estuvieran ardiendo y pensé coger un par de geles, esto último se me olvidó, pero llené tanto la mochila como el bidón con mucha agua fría, con muchos hielos grandes que tardan horas en descongelarse.

Al empezar el termómetro del cuenta kilómetros marcaban otra vez los 40 grados y ya empiezo a sospechar que es el máximo, se debe pensar el aparato que con más grados es imposible que haya nadie en medio de un camino de tierra dando pedales.

Desde Alcázar de San Juan a Villarta de San Juan se me hizo pesado, la ruta es la misma que hicimos en octubre del 2011 con Belén, Carolina, David y yo para completar la primera provincial, de Alcázar de San Juan a Ciudad Real.

Incluso dibujé la ruta por el mismo sitio que entonces no había camino y tuvimos que atravesar un campo arado, y en esta ocasión recordando aquello preferí darme la vuelta y hacer unos metros más pero por camino y no sufriendo por los surcos del sembrado lleno de cardos.

También en otra ocasión varié el recorrido unos metros para evitar una zona de arena, no tierra, arena suelta que impedía dar pedales. Llegue a hacer unos 20 metros empujando la bici por la dificultad de mantener el equilibrio en la arena. Era como dar pedales en la playa pero alejado de la orilla.

Posiblemente el calor y los 40 grados tuvieran mucho que ver pero hasta aquí iba cansado, creo pensar que estaba en Villarta de San Juan, para mi un pueblo ya lejano, y que apenas llevaba 30 kilómetros es lo que más me desesperaba, no paraba a descansar, mucho menos a estirar, y beber bebí poca agua. El agua del bidón con polvos lo quería reservar además de estar lleno del gran plato de pasta que me acaba de comer y el agua de la mochila estaba tan fría que me molestaba en la boca y me hacía sudar.

Al llegar a Villarta de San Juan cogí la vía de servicio que va paralela a la autovía A4, y aquí intenté recuperar algo de tiempo al ir ser una vía de servicio asfaltada en casi todo su recorrido, me permití meter el plato grande y así avanzar más deprisa.

Pero al rato de salir de Villarta e ir ya pensando en llegar a Manzanares para parar en alguna gasolinera de la carretera a comprar agua fresca y cambiar la que llevaba que poco a poco iba bajando me encontré con la alegría de la jornada de hoy, un campo de sandías.

Durante unos segundos pensé en no parar pero las ganas de comerme una sandía en mitad del campo pudieron más que otra cosa y me aparté del camino para elegir una pieza. Primero para no gastar innecesariamente pensé en una pequeña y de este modo terminármela entera pero luego me di cuenta que una pequeña podría no estar buena y terminaría rompiendo dos sandías en vez de una.

Así que como dice el dicho de "ante la duda la más tetuda" saqué la navaja de la bici y caté la más gorda.

La sandía no era la mejor que haya comido nunca, pero no estaba mal, quizá era solo por la situación pero me sentó de maravilla. La parte más expuesta al sol estaba más caliente pero el centro tiraba a fresquita, además tenía agua para aburrir y también muy durita, la faltaba algo de dulce, no estaba roja del todo, demasiado rosa, pero esta sandía me dió vida para llegar a Manzanares y quizá para terminar la ruta como terminé. Agua tenía suficiente y además pensaba comprar en alguna gasolinera pero comida no llevaba mucha y esta sandía me dió una inyección de azúcar importante.

Lo que menos me gusta de la fruta es tocarla con la mano por lo pegajosas que se quedan luego y lo incómodo que es tocar otra cosa y más el manillar de la bicicleta así que sin tocarla mucho y haciendo un agujero grande arriba fue escarbando y haciendo un "pozo" en la sandía hasta que me comí más de la mitad, y no era nada pequeña. Al terminar ya no sabía si seguir hasta Manzanares o dar por concluida la jornada de bicicleta y volver despacito a casa.

Al llegar a Manzanares no quise pasar al pueblo, la ruta que tenía dibujada llegaba hasta el Parador Nacional pero tenía que ir hasta la otra punta y volver cruzando un pueblo que no me motiva nada así que dí una vuelta buscando una gasolinera para comprar agua y salir por el polígono.

La gasolinera que vi era de esas pequeñas que la tienda es una caseta de las obras o algo parecido, dudé incluso de que tuvieran cualquier cosa y sin parar me fui de allí para comprar el agua fresquita en Llanos del Caudillo, todavía me quedaba agua gracias a la sandía que me había comido.

Miré el reloj e iba tarde, volvía a ir despacio como el viernes anterior, no pasaba de una velocidad media en movimiento de 20 km/hora y con las paradas y el cansancio iba a llegar muy tarde a casa. Llamé para decir que llegaría sobre las 23:30h. con el foco grande que llevaba y sin miedo como el viernes anterior que apenas veía un metro delante de la bici.

Hasta Llanos del Caudillo seguí sin coger el ritmo bueno pero me esforcé en al menos no perder mucho tiempo.

Allí paré y al preguntar por un sitio donde comprar agua me mandaron a una tienda muy pequeña, posiblemente la única del pueblo, donde pedí una botella de 1.5 litros de agua fría, y luego pensé que además una coca-cola para añadir azúcar, cuando me dijo que le debía 1.10 euros pensé que no había visto una de las dos cosas. Normalmente en este tipo de tiendas de pueblos muy pequeños los tenderos compran los productos no a mayoristas si no en otros supermercados y además no tienen competencia y marcan unos precios abusivos, pues aquí en Llanos me sorprendió lo barato, solo era un poco de agua y una lata de refresco pero por cualquiera de las dos cosas y frías ya te pedirían eso en cualquier otro sitio.

Esta era la última parada, desde aquí hasta Alcázar ya solo quedaban caminos, ningún pueblo, ninguna tienda, solo caminos.

Antes de llegar al cruce con la carretera de Villarta a Cinco Casas se queda a la derecha según ascendía la planta de energía termosolar que inauguraron hace unos años en el termino de Cinco Casas. Pretende ser la mayor planta de energía de este tipo a nivel mundial.

Y antes de esto volví a atravesar el asentamiento marroquí en una finca abandonada que ya pasé el viernes anterior en dirección contraria y se me quedaron mirando imagino pensando de donde salía y adonde iba a esas horas por ahí.

Desde que salí de Llanos hasta Alcázar intenté aumentar el ritmo, me empecé a sentir bien en la bici y otra vez con el plato grande intentaba ganar tiempo y velocidad media en la ruta.

Se me iba haciendo de noche y aunque sabía que el foco lo iba a tener que poner no quería que fuera mucho tiempo, el sol se iba ocultando detrás de la sierra de Puerto Lápice y los repetidores de Herencia se iban viendo cada vez más naranjas y luego rojos pero no quería parar ni un minuto a descansar y tirar todo lo posible con luz natural. Y así fue hasta que llegue al cruce del camino Guerra con el Guadiana. En el puente que cruza el río ahora seco, me dió un tirón en el gemelo de la pierna derecha que me dejó roto.

Cuando noté que me iba a dar me desenganché, además cuando me pasa no me puedo bajar de la bici porque lo primero no llego al suelo y lo segundo no puedo dolar la pierna por lo que las dos opciones es bajarme cuando lo noto antes de que me de el tirón del todo o si ya no hay remedio dejarme caer a un lado e intentar no caerme.

Estuve parado solo dos o tres minutos por que empezaron a llegar mosquitos hambrientos de mi y cuando noté que podía subirme en la bicicleta aunque fuera despacio me fui de allí.

Aquí fue donde encendí el foco por primera vez, llevaba ya unos kilómetros aguantando con los rayos naranjas y rojos que parecían atravesar las montañas pero hubo un momento en el que dejé de ver, faltaban unos 10 kilómetros para llegar a casa y me quedé pensando en que si en vez de salir a las 16:30 hubiera salido a las 16:00h. como tenía pensando, o no me hubiera entretenido tanto con la sandía, no hubiera necesitado foco.

Al cruzar la autovía de los viñedos dirección Alcázar y coronar el pequeño repecho vi que desde El Torreón de Alcázar salían fuegos artificiales, no estaban celebrando mi llegada al pueblo después de los 120 kilómetros en 5:40 horas pedaleando y 40 minutos parado, es que estaban celebrando la fiesta de Moros y Cristianos tan populares en este pueblo manchego.

No hay comentarios: