sábado, 2 de junio de 2012

Paseo a la UAM.

El sábado teníamos un día largo de bicicleta y ocio, la parte de bicicleta estaba compuesta por una vuelta al anillo verde de Madrid acompañado de Belén, mi padre y cuñados, un pelotón de 5 personas.

Queríamos hacer el anillo completo con el equipo madrileño completo pero hicimos varios cambios durante el día.
Lo primero que no cuadraban eran los horarios, mientras unos queríamos empezar lo más pronto posible para evitar horas de Sol y más calor otros preferían empezar tarde para madrugar menos.

Pusimos un horario intermedio, ni a las 7:00h. ni a la 9:00h.

A las 8:00h. teníamos que estar dándo pedales.

Con este horario nos quedamos 3 ciclistas los otros dos se cayeron del paseo.

Salimos despacio para hacer la ruta en sentido antihorario, hasta ahora siempre lo hemos hecho en sentido horario, pero con la intención de hacer un desvío en la ruta, queríamos una vez pasado las vías de Fuencarral y antes de llegar a Montecarmelo coger el carril bici de la carretera de Colmenar para llegar hasta la Universidad Autónoma de Madrid, incluso pensamos desde allí ir al cuartel militar de El Goloso.

Lo de ir a la UAM era para recordar los años universitarios, el primero que iba en tren hasta la estación de Cantoblanco y el resto que iba en coche a "estudiar" por la tarde en la facultad Escuela del Profesorado Sta. María y lo de ir al cuartel es por que allí hizo la mili mi padre y nos contó que el día anterior a la salía fue el día de puertas abiertas y si en vez de ser sábado fuera el viernes podríamos a ver pasado y visitado el cuartel.

Solo a modo curiosidad hubiera estado bien, ni he hecho la mili ni he querido hacerla nunca, las prorrogas y otros chanchullos me libraron de ello.

Cuando llegamos a la altura de La Peineta vimos que el estadio "olímpico" estaba en obras y todavía no habían abierto el puente para cruzar la carretera y sigue estando vigente un tramo por mitad de la ciudad, aunque si lo han recordado y habilitado unos metros por detrás de las cocheras del metro. Todavía queda un poco para completar el anillo como debe ser.

Las obras en Madrid duran un poco más de lo normal, o se empiezan muchas al mismo tiempo, o muy grandes y no se sabe cuando se van a terminar y con que pagar.

En la Peineta mi padre me sorprendió, en vez de dar síntomas de cansancio se puso a presumir de fuerza y a hacer ejercicios en un parque que lo que me producía era miedo de que se cayera y se rompiera el cuello contra el suelo, además de enfriarme y aburrirme de esperar y querer continuar.

La intención era terminar pronto, volver a casa y descansar para el ocio nocturno.

Pero es que hasta aquí llevábamos solo 8 kilómetros y la mitad cuesta abajo. Los mismos que se habían hecho el día anterior con Marcos con 7 años.

Poco a poco íbamos avanzando y vendrían las primeras cuestas arriba y pasado el cruce de la carretera de Burgos ya llevábamos 16 kilómetros y empecé a notar síntomas de cansancio en mi padre cuando llega una cuesta arriba, desde el cruce de la ctra. de Alcobendas con las vías del tren de Fuencarral eran 4 kilómetros de subida y luego ya llegar al cruce con la Ctra. de Colmenar para llegar a la Autónoma.

Al llegar a este punto podíamos girar a la derecha para continuar el Anillo o a la derecha para ir a la Autónoma y mi padre apuntó medio en broma medio en serio que si llevábamos 25 kilómetros y nos dábamos la vuelta ya salía una buena ruta.

Había pasado ya tres veces por este punto, la segunda con Belén, y en las tres había pensado en llegar a la facultad y no lo había hecho y hoy no quería perder la oportunidad, eran solo 4 o 5 kilómetros más, al final fueron exactamente 6 kilómetros desde el cruce a la puerta de la facultad, un total de 12 más entre la ida y la vuelta.

Cuando llegamos mi padre necesitaba un buen descanso, llevábamos 30 kilómetros y estaba más cansado de lo normal debía de llevar un tiempo sin montar por que otras veces nos hemos hecho el anillo completo y aunque sin apretar en exceso lo ha terminado muy entero de fuerzas.

Paramos en la puerta de la facultad para hacernos unas fotos, nos sentamos en el césped a comernos una fruta y le di un gel a mi padre para ver si aguantaba bien el regreso que lo veía complicado, pasamos por la puerta de la biblioteca, y también por la estación de tren de Cantoblanco que cada día utilizaba Belén para llegar por las mañanas, yo iba por las tardes y en coche.

Aquí fue donde mi padre volvió a hacer otra sugerencia... ¿y si nos vamos en tren hasta Atocha y luego ya seguimos en bici hasta casa? pensé que para hacer esa propuesta tenía que ir muy regular y con pena por acortar la ruta le dije que de acuerdo pero como luego se arrepintió y dijo que volviéramos en bici aunque fuera despacio no le llevé la contraria y acepté la nueva propuesta.

Belén sin embargo iba bien, estrenaba las ruedas nuevas que la había puesto esta semana, pasaba de las Schwalbe Rocket Ron de 2.25, muy anchas, a unas Nevegal 2.1 delanteras y unas blancas traseras 2.0 que no recuerdo la marca pero muy rodadora y fina.

Como la bici tira a negra por la parte delantera y a blanca por la trasera me daba la sensación de quedar muy bien los colores aunque la horquilla blanca también hubiera admitido una cubierta blanca, pero lo que más notaba ella era lo rodadora que se había quedado la bici, diciendo que lo notaba mucho y se cansaba menos.

Para volver mi padre demostró su conocimiento de la ciudad calle a calle y nos sacó del anillo para ir acortando metros, puso interés en cruzar por sitios para dar menos vueltas y entre esos y la ayuda del GPS empezamos a recortar.

En una parada aprovechamos para lavar las tres bicis llenas de barro de días atrás y así quitar ruidos raros además de volver a descansar. Aquí mi padre se tomó el gel que le di en la UAM y parece que lo notó, tuvo un rato de subida por la zona de Sanchinarro que mantuvo bien el ritmo dejando yo que se pegara a mi rueda para que no se separara de nosotros.

Al salir del lavadero e incorporarme al carril fui a frenar y la bicicleta no se paraba, al final tuve que apretar el delantero y casi me caigo de cabeza y es que no tenía nada de pastillas y después de mojar la bici el freno quedó inutilizado.

Desde el principio noté que para frenar tenía que pulsar el freno hasta el final, y además muy blando, después de El Soplao tenía que haber cambiado las pastillas traseras pero es que aun viendo que lo necesito me resisto a creer que es posible gastar en 100 kilómetros lo mismo que en 3.000 que las cambié la anterior vez.

Cuando el jueves venía de Alcázar a Madrid noté que frenaba muy poco pero lo suficiente como para no perder el control de la bici pero hoy ya no era capaz de detenerme donde yo quisiera, por ejemplo derrapar era imposible, ni pulsando de golpe el freno a tope, aun eso iba parando poco a poco y cada vez menos.

Hubo un momento a la vuelta en el que empecé a tener miedo a cualquier repecho cuesta abajo, me quedé con cero frenos y tenía que frenar con el delantero, incluso se me pasó por la cabeza poner las pastillas delanteras en el freno trasero pero como ahora llevo una marca en el delantero y otra en el trasero no son compatibles. Esta semana quiero solucionar no solo el poner pastillas traseras si no además cambiar el delantero, tanto por mejorar como por seguridad y comodidad en casos como este.

Volviendo por el anillo, a la altura del parque Juan Carlos I, en vez de continuar sugirió mi padre volver a variar el trazado e ir por las calles, me explicó que podíamos cruzar la Avd. América por otro sitio e ir a la C/ Arturo Soria, luego seguir recto hasta cruzar la Cruz en la C/ Alcalá y juntarnos otra vez con el anillo por Hermanos García Noblejas.

Esta idea me pareció estupenda por que pasaríamos por el instituto en el que nos conocimos Belén y yo, y la ruta no sería de ida y vuelta por el mismo sitio. Mi padre además confesó que no le gusta ir y venir haciendo el mismo recorrido, precisamente una de las cosas que menos me gusta de cualquier ruta.

Paramos en el Instituto Barrio Bilbao que estaba exactamente igual y en la puerta hicimos una parada para enseguida continuar hasta el centro comercial Las Rosas y desde allí cruzar Moratalaz, luego la Ctra. Valencia y llegar a Vallecas.

Si no hubiera venido mi padre me hubiera hecho 10 kilómetros más en ir y venir por la Avd. Palomeras y visitar el colegio de EGB, a falta del instituto de BUP en Guadalajara hubiera sido un recorrido completo por la vida de estudiante.

Por ciudad es importante poner un timbre en el manillar y también me volvió a sorprender lo lento que pueden ir los coche en las horas punta en comparación con la bicicleta por calles con mucho tráfico.

Y tampoco es necesario ir en bici por la ciudad vestido de ciclista de montaña, bicicleta de doble suspensión, frenos de disco, y estar más o menos en forma para que merezca la pena moverse entre los coches.

Con una bicicleta más normal, de paseo, preparada con un cesto, o algo para llevar lo necesario, móvil, cartera, etc... con algo de protección para no mancharse la ropa normal y poco más es una idea muy interesante desplazarse por la ciudad, solo habría que añadir un buen sitio para dejarla guardada y/o vigilada durante el tiempo que no se utiliza.

Tampoco es de agrado tener que llegar a un sitio y ver como algunos ponen dos cadenas, quitan sillín, se tienen que subir a una oficina un casco, los más exagerados una rueda... hay que facilitar las cosas para que sean viables.

Cuando terminamos habíamos hecho 60 kilómetros, lo mismo que una vuelta al anillo verde pero sin repetir la ruta, incluso sin repetir el camino de ida con el de vuelta.

Mi padre había conseguido terminar después de empezar muy cansado, Belén encantada con sus ruedas nuevas y por los sitios que habíamos visitado, y ya también por no haber estado parado el fin de semana.

Solo quedaba el saludo final y descansar para continuar el día con otros "quehaceres."

No hay comentarios: