viernes, 18 de mayo de 2012

Nos vamos a Cabezón de la Sal.

Por fin llegaba el gran momento esperado durante varios meses, habíamos quedado a las 6:30am para salir ya con las bicicletas cargadas, David estaba ya listo esperando junto al coche y eso que yo también bajé unos minutos antes de lo acordado, subí de nuevo a casa a por otra bolsa cuando llegó Ángel Luis que iba a hacer el viaje con nosotros, cada uno en su coche pero juntos durante el recorrido. También se acercó Roberto para dejar su DNI y que le pudiéramos recoger su dorsal, él no podía ir por la mañana y llegaría ya muy tarde, además con familia y a otro sitio por lo que no podía recogerla él.


Salimos muy puntuales, sin perder tiempo para cruzar Madrid lo más rápido posible. Ángel Luis en su coche con su bici detrás de nosotros con nuestro coche con las dos bicis guiados por un GPS con unos mapas de hace muchos años nos metió por la M40 y luego por la Ctra. de Burgos que no era el camino mejor ni más rápido para llegar a Cabezón de la Sal.

Nos comunicábamos de coche a coche con unos walkytalkies de Ángel Luis y al salir de Madrid nos llamamos para hacer la primera parada para tomar un café.

Allí comentamos detalles del viaje y lo planificado para este día y le dijimos a Ángel Luis que nosotros teníamos una habitación doble en un hotel a 3 kilómetros de Cabezón y él tenía una cabañas en un camping a 12 kilómetros de Cabezón pero su cabaña que costaba la mitad era para 5 personas y estaba él solo.

La idea de compartir la cabaña era muy tentadora. Todos ahorraríamos dinero y además íbamos a estar más acompañado y podríamos hablar más sobre el tema del fin de semana que no era otro que la carrera del sábado.

Después del café nos intercambiamos de conductores y continuamos. En el coche David y yo antes de decidir nada leímos las condiciones de la reserva en el hotel y calculamos que aunque nos penalizaran con un 15% del precio por anular el mismo día de entrada nos seguía interesando, por lo que llamé por teléfono para explicar que por una caída en bici no podía participar en la prueba ni ir a Cabezón y me contestaron que sin problemas anulaban la reserva y no nos iban a cobrar nada por ello.

Se lo dijimos por el walkytalkie a Ángel Luis y continuamos dirección a Burgos. Mientras tanto David y yo íbamos hablando sobre la ropa que llevábamos para la prueba, sobre que decían en los foros y habíamos leído en internet que iba a llover mucho, pero sin embargo anunciaban poco frío, con temperaturas entre 10 y 15 grados. Discutíamos sobre si era mejor ir de corto o de largo. David en un principio opinaba que de largo, yo decía que si llovía la ropa larga se iba a empapar más e iba a ser más incomoda, además subiendo íbamos a sudar más, mejor de corto y abrigarse en las bajadas. Las dos teorías eran buenas, dependía ya no tanto de la lluvia que era fija sino de la temperatura que era lo que más variaba dependiendo de donde consultábamos y de que no era la misma en un punto de la ruta a nivel del mar que en otro punto en lo alto de un puerto de montaña.

Uno al otro nos empezamos a agobiar, cada uno confundía al otro y en un momento de desesperación pensé que no llevaba suficiente ropa, hicimos una parada de emergencia en un Decathlon en Burgos que nos costó un par de vueltas encontrar y me compré un chaleco amarillo impermeable por el pecho y de rejilla por la espalda ideal para las bajadas.

Ángel Luis me dijo que él tenía uno parecido en negro y que otro lo tenía igual que este y que iban muy bien para el frío en las bajadas, así que se convirtió en la prenda de la semana y en el cachondeo del viaje. Nos servía para cualquier broma.

Cuando salimos de Burgos íbamos hablando y nos despistamos en una salida y terminamos en una carretera de peaje dirección a Vitoria, perdimos unos minutos en dar la vuelta y 1 euro de peaje, pero por fin salimos, continuamos y llegamos a Cabezón.

Fuimos directos al camping porque habíamos quedado en  llevar cada uno su comida. Compramos 4 barras de pan para comer, cenar, y desayunar, el pan son hidratos que es lo que necesitamos comer estos días. Después de meternos un par de bocatas de tortilla cada uno y un buen plato de pasta Ángel Luis pensamos en que ya era hora de ir a Cabezón a recoger los dorsales de cada uno, más el de Roberto.

En Cabezón nos fijamos en sitios para aparcar el día siguiente pero nos dimos cuenta que iba a ser difícil, había cientos de coches llenando calles, aparcamientos públicos y arcenes de carreteras, las calles ya estaban decoradas con las vallas de la organización y nada más pasar en un parque había una carpa grande en la que la organización repartía los dorsales.

La organización era rápida y ágil, un montón de puestos divididos en dosales de 200 en 200, te ponías en fila y en unos muy pocos minutos salías con tu bolsa con el maillot, una botella, una pulsera, algún papel de propaganda y firmado el seguro federativo por un día si no estás federado.


Una vez hecho esto pensamos en dar un paseo por Cabezón antes de ir a cenar y descansar cuando nos encontramos con otros alcazareños, con Miguel Ángel y Bauti que además iban con sus mujeres, tras los saludos y  dar otra vuelta nos fuimos todos a tomar un café. Bauti que no le conocíamos ninguno nos dio una clase magistral sobre la prueba, donde teníamos que parar, donde teníamos que apretar y donde teníamos que dosificar, un montón de bromas y de risas intercalado con chistes hasta que nos preguntó por la comida y cena.

La comida la habíamos hecho casi bien pero para cenar no habíamos pensado en nada, pero como nos sabíamos la respuesta contestamos que espaguetis.

Nos levantamos después de la invitación de Bauti y nos fuimos a buscar un restaurante en el que comer pasta. Al pasar por la calle principal vimos un pequeño supermercado y pasamos a comprar.

Como en un principio íbamos a hotel la cena era en restaurante pero ahora en el camping teníamos cocina, nos compramos medio kilo de espaguetis, y como a mi no me gustan con tomate ni con atún, la pasta me gusta sola, compramos por consejo de Ángel Luis nata, beicon y queso rallado para hacer una olla entera de pasta.

Para ser algo improvisado nos salió algo bueno, bonito y barato, nos comimos un platazo cada uno con media barra de pan cada uno y compartimos unos pocos con Ángel Luis aunque él ya traía desde Alcázar, luego plátanos otro café en la cafetería del camping y preparar la ropa.

Volvimos a comentar las estrategias de tipo de prendas, ¿de largo o de corto? yo lo tenía claro, en las pruebas que había hecho durante los entrenamientos recordaba el día de lluvia en Alcaraz, el día de frío estremo en Albacete y también en Cercedilla, el día frío con poca ropa en La Pedriza... para mi era mejor no sudar en las subidas y abrigarse en las bajadas. Mi elección era pantalón corto, camiseta termica sin mangas y maillot de manga corta, guardado en la mochila unos manguitos para los brazos, unas perneras para las últimas bajadas, unos cubrebotas por si me pasaba como en las zetas de Madrid, el chaleco nuevo para abrigarme en las primeras bajadas en las que todavía no hiciera mucho frío y un traje de agua por si llovía mucho y tocaba bajar sudado. Como complemento le daríamos a las mujeres de Miguel Ángel y Bauti las luces (indudablemente terminaría de noche) y un maillot de manga larga para reservar algo seco y de abrigo para última hora.

David y Ángel Luis hicieron algo parecido solo que David empezó ya con los manguitos y Ángel Luis además con su chaleco negro. Cuando quedamos a las 6:30 am del día siguiente con Roberto Riquelme se presentó con el traje de invierno. Se notó que no había estado por la noche con nosotros hablando y discutiendo sobre cual era la mejor elección en ropa. Así no le liamos.

Por la noche dormimos poco, me desperté a las 3:00am y estaba diluviando, pensé mientras intentaba volver dormirme que mejor así, si habían anunciado lluvias de 17 litros/día y durante la noche ya llovía esa cantidad durante el día íbamos a ir secos. Que forma de llover, siguió lloviendo y lloviendo hasta que a las 5:30am sonó el despertador.

Me levanté deprisa y a los 5 minutos ya estaba haciendo una barra entera de pan de tostadas con la mantequilla y mermelada que compramos en la tienda la tarde anterior, un montón de galletas de avena, unos plátanos, leche, protectores estomacales, ibuprofenos, vitaminas, todo lo necesario para afrontar el día más duro de nuestra corta vida deportiva.

Queríamos estar en la línea de salida a las 7:00am pero llegamos un poco más tarde, a las 7:15am cuando quisimos colocarnos la calle se había llenado, giraba en otra dirección y en la curva vimos a Miguel Ángel y Bauti que saludamos mientras nos íbamos más para atrás, y cuando nos colocamos pensando que íbamos a ser los últimos todavía llegaron cientos de ciclistas más, llenaron esta segunda calle, y las perpendiculares a esta.

Estábamos los 4 con los trajes de Bike Friend, rodeados de gente de toda España haciendose fotos, estirando, rezando, saludando, felicitándose, riéndose, cada uno pasaba los últimos minutos antes de la señal de salida como podía. Faltaban muy pocos minutos para que diera comienzo una de las mejores pruebras BTT de España "Los 10.000 del Soplao" El infierno cántabro.

1 comentario:

El Silent dijo...

Me ha recordado a un libro... me he quedado con ganas de seguir leyendo! jaja